Se celebraba el dos de febrero. En ella intervenía la madrina, a la que acompañaban cuatro oficialas. La madrina ofrecía una pareja de tórtolas, una rosca de candelilla que se adornaba, y una vela.
La Candelilla se hace con harina, leche, huevos y aceite, en las proporciones adecuadas. La pasta resultante se separa en pequeñas porciones y sobre una superficie lisa se las va estirando formando barras; cuanto más finas son, más vistosa es la candelilla. Se fríen a fuego lento para que queden tiernas, se cortan en porciones de unos centímetros, se las envuelve en miel líquida muy batida, se le da la forma de rosca y se adorna con confeti y bolitas de anís.
Después de la misa, la procesión transcurría por las principales calles, delante de la Virgen iba la madrina, con la ofrenda (candelilla, vela y las dos tórtolas) en una bandeja de plata y los demás presentes portados por sus cuatro oficialas, todas con vestido negro, mantilla y teja.
La procesión era desde la Iglesia hasta la Plaza, y vuelta a la Iglesia. Después se ponía la Virgen en la pila bautismal y se seguía en procesión la madrina y sus cuatro oficialas detrás hasta el altar, allí se llegaba y se cantaba la primera canción: “Hoy hace cuarenta días que nació el Divino Verbo, en Belén en un portal entre la paja y el heno”. Y luego se cantaba: “La madrina va delante repartiendo confitura, y los niños van diciendo ¡Oh que reina, oh que dulzura!.
Otras canciones que se cantaban a la Virgen eran:
Esta celebración tiene su origen pagano; era la fiesta dedicada a la Madre Tierra y anunciaba el inminente paso a otra estación y con ello el fin del invierno.
Una vez celebrada esta fiesta, había un dicho popular:“ En llegando San Antón Carrestoliénda son “ y con ello se quería decir que comenzaban las bromas o pegas que presagiaban el carnaval próximo, que daba paso a la Cuaresma y con ello el fin de las fiestas de primavera.